Fruto de mi vientre,
sangre viva latiente.
Te acurruco en mis brazos
como el mar a los peces,
como la tierra a la flor.
Pequeña luz latente,
que creciste
por la vertiente
que de mis pechos emanó.
Sol de mi vida,
alegría de mi alma,
eres para mí
la plegaria divina,
la miel dorada
del alba.
Te seguiré meciendo en mis brazos
hasta más no poder,
seguiré guiando tus pasos
hasta el amanecer.
Por: Victoria de Lourdes
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